2ª Tutoría

ACTIVIDADES PARA DESPUÉS DEL VISIONADO DE LA PELÍCULA 

ESCONDIDOS

El 5 de julio de 1942 Ana ya cuenta en su diario que su padre está preparando un “escondite” y llevando ropa y muebles a otra casa…
¿Por qué la familia Frank se tuvo que esconder antes de lo previsto?  Lee la carta del Jueves, 9 de julio de 1942.

Querida Kitty:
Así anduvimos bajo la lluvia torrencial, papá, mamá y yo, cada cual con una cartera de colegio y una bolsa de la compra, cargadas hasta los topes con una mezcolanza de cosas. Los trabajadores que iban temprano a trabajar nos seguían con la mirada. En sus caras podía verse claramente que lamentaban no poder ofrecernos ningún transporte: la estrella amarilla que llevábamos era elocuente.
Sólo cuando ya estuvimos en la calle, papá y mamá empezaron a contarme poquito a poco el plan del escondite. Llevaban meses sacando de la casa la mayor cantidad posible de muebles y enseres, y habían decidido que entraríamos en la clandestinidad voluntariamente, el 6 de julio. Por causa de la citación, el asunto se había adelantado diez días, de modo que tendríamos que conformarnos con unos aposentos menos arreglados y ordenados.
El escondite estaba situado en el edificio donde tenía las oficinas papá. Como para las personas ajenas al asunto esto es algo difícil de entender, pasaré a dar una aclaración. Papá no ha tenido nunca mucho personal: el señor Kugler, Kleiman y Miep, además de Bep Voskuijl, la secretaria de 23 años. Todos estaban al tanto de nuestra llegada. En el almacén trabajan el señor Voskuijl, padre de Bep, y dos mozos, a quienes no les habíamos dicho nada.
El edificio está dividido de la siguiente manera: en la planta baja hay un gran almacén, que se usa para el depósito de mercancías. Este está subdividido en distintos cuartos, como el que se usa para moler la canela, el clavo y el sucedáneo de la pimienta, y luego está el cuarto de las provisiones. Al lado de la puerta del almacén está la puerta de entrada normal de la casa, tras la cual una segunda puerta da acceso a la escalera.
Subiendo las escaleras se llega a una puerta de vidrio traslúcido, en la que antiguamente ponía «OFICINA» en letras negras. Se trata de la oficina principal del edificio, muy grande, muy luminosa y muy llena. De día trabajan allí Bep, Miep y el señor Kleiman.
Pasando por un cuartito donde está la caja fuerte, el guardarropa y un armario para guardar útiles de escritorio, se llega a una pequeña habitación bastante oscura y húmeda que da al patio. Éste era el despacho que compartían el señor Kugler y el señor Van Daan, pero que ahora sólo ocupa el primero. También se puede acceder al despacho de Kugler desde el pasillo, aunque sólo a través de una puerta de vidrio que se abre desde dentro y que es difícil de abrir desde fuera. Saliendo de ese despacho se va por un pasillo largo y estrecho, se pasa por la carbonera y, después de subir cuatro peldaños, se llega a la habitación que es el orgullo del edificio: el despacho principal. Muebles oscuros muy elegantes, el piso cubierto de linóleo y alfombras, una radio, una hermosa lámpara, todo verdaderamente precioso. Al lado, una amplia cocina con calentador de agua y dos hornillos, y al lado de la cocina, un retrete. Ése es el primer piso.

Desde el pasillo de abajo se sube por una escalera corriente de madera. Arriba hay un pequeño rellano, al que llamamos normalmente descansillo. A la izquierda y derecha del descansillo hay dos puertas. La de la izquierda comunica con la casa de delante, donde hay almacenes, un desván y una buhardilla. Al otro extremo de esta parte delantera del edificio hay una escalera superempinada, típicamente holandesa (de ésas en las que es fácil romperse la crisma), que lleva a la segunda puerta que da a la calle.
A la derecha del descansillo se halla la «casa de atrás». Nunca nadie sospecharía que detrás de esta puerta pintada de gris, sin nada de particular, se esconden tantas habitaciones. Delante de la puerta hay un escalón alto, y por allí se entra.
Justo enfrente de la puerta de entrada, una escalera empinada; a la izquierda hay un pasillito y una habitación que pasó a ser el cuarto de estar y dormitorio de los Frank, y al lado otra habitación más pequeña: el dormitorio y estudio de las señoritas Frank. A la derecha de la escalera, un cuarto sin ventanas, con un lavabo y un retrete cerrado, y otra puerta que da a la habitación de Margot y mía. Subiendo las escaleras, al abrir la puerta de arriba, uno se asombra al ver que en una casa tan antigua de los canales pueda haber una habitación tan grande, tan luminosa y tan amplia. En este espacio hay un fogón (esto se lo debemos al hecho de que aquí Kugler tenía antes su laboratorio) y un fregadero. O sea, que ésa es la cocina, y a la vez también dormitorio del señor y la señora Van Daan, cuarto de estar general, comedor y estudio. Luego, una diminuta habitación de paso, que será la morada de Peter van Daan y, finalmente, al igual que en la casa de delante, un desván y una buhardilla. Y aquí termina la presentación de toda nuestra hermosa Casa de atrás.
Tu Ana



Miércoles, 8 de julio de 1942
Querida Kitty:
Desde la mañana del domingo hasta ahora parece que hubieran pasado años. Han pasado tantas cosas que es como si de repente el mundo estuviera patas arriba, pero ya ves, Kitty: aún estoy viva, y eso es lo principal, como dice papá. Sí, es cierto, aún estoy viva, pero no me preguntes dónde ni cómo. Hoy no debes de entender nada de lo que te escribo, de modo que empezaré por contarte lo que pasó el domingo por la tarde. A las tres de la tarde -Helio acababa de salir un momento, luego volvería- alguien llamó a la puerta. Yo no lo oí, ya que estaba leyendo en una tumbona al sol en la galería. Al rato apareció Margot toda alterada por la puerta de la cocina. -Ha llegado una citación de la SS para papá -murmuró-. Mamá ya ha salido para la casa de Van Daan. (Van Daan es un amigo y socio de papá.)
Me asusté muchísimo. ¡Una citación! Todo el mundo sabe lo que eso significa. En mi mente se me aparecieron campos de concentración y celdas solitarias. ¿Acaso íbamos a permitir que a papá se lo llevaran a semejantes lugares? -Está claro que no irá -me aseguró Margot cuando nos sentamos a esperar en el salón a que regresara mamá-. Mamá ha ido a preguntarle a Van Daan si podemos instalarnos en nuestro escondite mañana. Los Van Daan se esconderán con nosotros. Seremos siete. Silencio. Ya no podíamos hablar. Pensar en papá, que sin sospechar nada había ido al asilo judío a hacer unas visitas, esperar a que volviera mamá, el calor, la angustia, todo ello junto hizo que guardáramos silencio.
De repente llamaron nuevamente a la puerta. -Debe de ser Helio -dije yo. -No abras -me detuvo Margot, pero no hacía falta, oímos a mamá y al señor Van Daan abajo hablando con Helio. Luego entraron y cerraron la puerta. A partir de ese momento, cada vez que llamaran a la puerta, una de nosotras debía bajar sigilosamente para ver si era papá; no abriríamos la puerta a extraños. A Margot y a mí nos hicieron salir del salón; Van Daan quería hablar a solas con mamá. Una vez en nuestra habitación, Margot me confesó que la citación no estaba dirigida a papá, sino a ella. De nuevo me asusté muchísimo y me eché a
llorar. Margot tiene dieciséis años. De modo que quieren llevarse a chicas solas tan jóvenes como ella... Pero por suerte no iría, lo había dicho mamá, y seguro que a eso se había referido papá cuando conversaba conmigo sobre el hecho de escondernos. Escondernos... ¿Dónde nos esconderíamos? ¿En la ciudad, en el campo, en una casa, en una cabaña, cómo, cuándo, dónde? Eran muchas las preguntas que no podía hacer, pero que me venían a la mente una y otra vez.
Margot y yo empezamos a guardar lo indispensable en una cartera del colegio. Lo primero que guardé fue este cuaderno de tapas duras, luego unas plumas, pañuelos, libros del colegio, un peine, cartas viejas... Pensando en el escondite, metí en la cartera las cosas más estúpidas, pero no me arrepiento. Me importan más los recuerdos que los vestidos.
A las cinco llegó por fin papá. Llamamos por teléfono al señor Kleiman, pidiéndole que viniera esa misma tarde. Van Daan fue a buscar a Miep. Miep vino, y en una bolsa se llevó algunos zapatos, vestidos, chaquetas, ropa interior y medias, y prometió volver por la noche. Luego hubo un gran silencio en la casa: ninguno de nosotros quería comer nada, aún hacía calor y todo resultaba muy extraño.
La habitación grande del piso de arriba se la habíamos alquilado a un tal Goldschmidt, un hombre divorciado de treinta y pico, que por lo visto no tenía nada que hacer, por lo que se quedó matando el tiempo hasta las diez con nosotros en el salón, sin que hubiera manera de hacerle entender que se fuera.
A las once llegaron Miep y Jan Gies. Miep trabaja desde 1933 para papá y se ha hecho íntima amiga de la familia, al igual que su flamente marido Jan. Nuevamente desaparecieron zapatos, medias, libros y ropa interior en la bolsa de Miep y en los grandes bolsillos del abrigo de Jan, y a las once y media también desaparecieron ellos mismos.
Estaba muerta de cansancio, y aunque sabía que sería la última noche en que dormiría en mi cama, me dormí en seguida y no me desperté hasta las cinco y media de la mañana, cuando me llamó mamá. Por suerte hacía menos calor que el domingo; durante todo el día cayó una lluvia cálida. Todos nos pusimos tanta ropa que era como si tuviéramos que pasar la noche en un frigorífico, pero era para poder llevarnos más prendas de vestir. A ningún judío que estuviera en nuestro lugar se le habría ocurrido salir de casa con una maleta llena de ropa. Yo llevaba puestas dos camisetas, tres pantalones, un vestido, encima una falda, una chaqueta, un abrigo de verano, dos pares de medias, zapatos cerrados, un gorro, un pañuelo y muchas cosas as; estando todavía en casa ya me entró asfixia, pero no había más remedio.
Margot llenó de libros la cartera del colegio, sacó la bicicleta del garaje para bicicletas y salió detrás de Miep, con un rumbo para mí desconocido. Y es que yo seguía sin saber cuál era nuestro misterioso destino.
A las siete y media también nosotros cerramos la puerta a nuestras espaldas. Del único del que había tenido que despedirme era de Moortje, mi gatito, que sería acogido en casa de los vecinos, según le indicamos al señor Goldschmidt en una nota.
Las camas deshechas, la mesa del desayuno sin recoger, medio kilo de carne para el gato en la nevera, todo daba la impresión de que habíamos abandonado la casa atropelladamente. Pero no nos importaba la impresión que dejáramos, queríamos irnos, sólo irnos y llegar a puerto seguro, nada más. Seguiré mañana.

¿Qué te llevarías tú si estuvieras en el lugar de Ana?

¿Estás de acuerdo con su frase? “Me importan más los recuerdos que los vestidos” ¿Por qué?

La familia va caminando hacia el edificio de Prinsengracht 263, donde hoy está el museo. ¿Por qué no le dijeron a Ana la dirección del escondite hasta que no llegara? ¿Quién llegó primero?

¿Por qué no podían salir con una maleta?

¿Quién era el padre de Bep? ¿Sabía que estaba escondida la familia Frank? ¿Quiénes no lo sabían?

¿Qué dificultades tenían en su escondite? ¿Qué precauciones tenían que tomar?

 ¿Fueron todos los escondidos cuidadosos con los ruidos o en otros aspectos? Cita algún fallo de los escondidos y reflexiona sobre la responsabilidad que conllevaba ser acogido en la “Casa de atrás”.

Nuestro escondite sólo ahora se ha convertido en un verdadero escondite. Al señor Kugler le pareció que era mejor que delante de la puerta que da acceso a la Casa de atrás colocáramos una estantería, ya que los alemanes están registrando muchas casas en busca de bicicletas escondidas. Pero se trata naturalmente de
una estantería giratoria, que se abre como una puerta. La ha fabricado el señor Voskuijl. (Le hemos puesto al corriente de los siete escondidos, y se ha mostrado muy servicial en todos los aspectos.)
Ahora, cuando queremos bajar al piso de abajo, tenemos que agacharnos primero y luego saltar. Al cabo de tres días, todos teníamos la frente llena de chichones de tanto chocarnos la cabeza al pasar por la puerta, demasiado baja. Para amortiguar los golpes en lo posible, Peter ha colocado un paño con virutas de madera en el umbral. ¡Veremos si funciona!
Estudiar, no estudio mucho. Hasta septiembre he decidido que tengo vacaciones. Papá me ha dicho que luego él me dará clases, pero primero tendremos que comprar todos los libros del nuevo curso.
Nuestra vida no cambia demasiado. Hoy le han lavado la cabeza a Peter, lo que no tiene nada de particular. El señor Van Daan y yo siempre andamos discutiendo. Mamá siempre me trata como a una niñita, y a mí eso me da mucha rabia. Por lo demás, estamos algo mejor. Peter sigue sin caerme más simpático que antes; es un chico latoso, que está todo el día ganduleando en la cama, luego se pone a martillear un poco y cuando acaba se vuelve a tumbar. ¡Vaya un tonto!
Esta mañana mamá me ha vuelto a soltar un soberano sermón. Nuestras opiniones son diametralmente opuestas. Papá es un cielo, aunque a veces se enfada conmigo durante cinco minutos.
Afuera hace buen tiempo, y pese a todo tratamos de aprovecharlo en lo posible, tumbándonos en el catre que tenemos en el desván.
Tu Ana

¿Qué añadieron al escondite para que pareciera un “verdadero escondite”?

La convivencia entre los escondidos es difícil… ¿Qué le molesta más de los Van Daan? ¿Por qué le parece la señora Van Daan insufrible?

No hay comentarios:

Publicar un comentario